sábado, 18 de julio de 2009

ARTICULO: URBANITAS DE SALON

Cada vez, los ciudadanos, somos más urbanos, nos descompone encontrar una mosca en la casa, que decir si es una avispa, saltan todas las alarmas. Y si hablamos de las plantas y árboles, la cosa no es muy distinta.
Antes, se plantaba en un jardín un geranio, pongamos por caso, y el objetivo era cuidarlo, que creciera, que durase; si perdía las flores, ya llegaría el momento de que naciesen otras.
Pero eso era antes, eran otros tiempos, ahora cada tres meses aproximadamente, se quita lo que esté en los escasísimos jardines, se tira y se coloca lo que toque y punto.
Hace unos días una ingeniero agrónomo, opinando sobre un grupo de palmeras que teníamos que podar, nos decía que quitásemos solo las hojas que estorbasen, porque al parecer eso es lo que la madre naturaleza les da para defenderse del picudo rojo, cuanto más poda, mas fácil se le pone el acceso al bichito. Y aquí, en esta ciudad y no en otras, se dedican a la poda salvaje, de palmeras o de cualquier árbol que se precie de serlo y por supuesto en cualquier época del año.
De aquí se quita este hermoso árbol porque mancha las aceras, este otro le estorba al vecino porque roza la pared, en ese tan frondoso anidan muchos gorriones y se les escucha mucho los gorjeos y sus defecaciones manchan muchísimo. Estos otros porque vamos a hacer un parking debajo y nada de nada y por supuesto, de hoja caduca ninguno, que el suelo se convierte luego en una alfombra marrón oscura, que hay que barrer a diario.
Y es que el ser un urbanita es lo que tiene. Incluso podemos ver ejemplares de olivo o algarrobos, tan comunes antaño, que ahora adornan una rotonda a modo de monumento reconocido; bien estaría ponerle una placa con el nombre y sus cualidades, ¡están tan “caricos” de ver!
Ahora se pone algún naranjillo silvestre, espigado o esos otros tan autóctonos y frondosos como los colados en las calles Paco Aquino y adyacentes, que por más que pase el tiempo, ni crece ni ná, eso sí, no manchan, no huelen y nos traspasan. Como defectillo, por ponerle algo, decir, que mas sombra que los susodichos, puede darle a usted, una moneda de un euro sobre su cabeza.
En tiempos de crisis, no hay mal que por bien no venga y el sector de toldos, parasoles y similares están haciendo el agosto desde junio, colocando elementos en tiendas, bares comercios en general, y es que de alguna manera habrá que protegerse, eso si el fresco que dan unos buenos, auténticos y frondosos árboles, son insustituibles.
El ser un urbanita de ciudad, nos hace preferir un tubo de escape al oxigeno de un árbol, la sombra de un piso a la de un buen álamo. Preferimos un suelo inmaculado a lleno de hojas caducas, una rosa azul a una roja, y así sucesivamente. Pues como no espabilemos nos las van a seguir dando por el mismo lado.
Es mucha la gente descontenta en este tema, y mucha la gente que se queja, pero en el lugar donde no deben, donde muy pocos le escuchan y donde no se puede solucionar, necesario es, en este y otros temas, hacernos oír donde sea necesario y de forma eficaz, sobre todo para tener una ciudad que nos guste, que sirva a los ciudadanos agradable de estar y de pasear, de conversar y de encontrase con otros. Eso es responsabilidad de todos, volver las cosas hacia atrás es a veces muy difícil, nunca imposible.

Ginés J. Parra Córdoba.
Educador Social. 04 Julio 2009. Publicado en la Voz de Almería.