martes, 11 de noviembre de 2008

NO CONOZCO SUS NOMBRES.


El sábado 8 de Noviembre a las 11,30 de la mañana, a las puertas del cementerio de Almería, había sido convocado un acto por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica " Memoria y Libertad", con objeto de recordar a los fusilados y represaliados durante la dictadura franquista, en el mismo lugar donde que se encuentran enterrados en fosas comunes.
Entre las caras conocidas, de cargos públicos, había otras anónimas, de personas octogenarias. Mientras varios oradores realizaban sus alocuciones, estas personas tenían sus miradas perdidas, dirigidas hacia ningún sitio o “hincadas” en el suelo. En la mayoría de ellas, conforme transcurría el tiempo sus ojos se iban humedeciendo, inundandose de lagrimas.
Una mujer se dirige a otra de la misma edad, con el pelo totalmente cano y le pregunta: ¿eres Manuela? y esta le contesta que no. Y procede a explicarle que estaban esperando a una prima suya que venia de Barcelona, habían quedado allí y hacia muchos años que no la veían y no recordaban muy bien su cara. Se habían dado allí cita para homenajear a uno de sus familiares enterrados en una fosa común.
Detrás de toda la gente que participaba en el acto, sentada en una silla y llorando desde el principio del mismo, se encontraba una mujer, no pude contenerme al verla tan desconsolada, me acerque a ella y le pregunte si estaba muy emocionada, levanto la mirada y con su dedo índice me indicaba un lugar: “allí en ese árbol fusilaron a mi hermano”, acaricie su cara y no pude decir nada más.
Acabado el acto, de regreso a mi casa pensaba que si esta mujer tenia unos ochenta años y a su hermano lo mataron hace setenta, pues este lo mismo tendría tan solo unos veinte. ¿Cuánto malo podría haber hecho alguien tan joven? Ella, además de haberlo perdido, jamás habría podido llevarle flores, nunca vio su nombre en una lapida, probablemente durante mucho tiempo, ni siquiera podría hablar del tema con nadie.
Ese mismo día un familiar dijo: “Yo solo diría dos cosas, una que me da igual quien mato a mi padre, solo quiero que este enterrado dignamente y la otra es que lamento que mi hermano haya fallecido y no haya visto cumplido estos deseos”.
Una vez escuche como un joven, cuando viajaba en autobús, cada verano a su pueblo, junto a su abuela, al llegar a una curva cercana a su destino, la abuela miraba con tristeza se secaba dos lagrimas y le decía: “Ahí esta enterrado tu abuelo”, así año tras año. El nieto entonces no acertaba a comprenderlo del todo, pero cuando creció trabajo hasta abrir la fosa donde se encontraban los restos de varias decenas de hombres y pudo dar sepultura digna a su abuelo en el cementerio de su pueblo como su abuela siempre había añorado.
Creo que no es mucho pedir, que descansen en paz, la familia y los fallecidos. Que nietos, hijos y hermanos puedan ver a sus seres queridos enterrados y reconocidos. No se trata de abrir heridas, si no de cerrarlas, de pasar una pagina de la historia, de la vida de muchos que yacen en cunetas, en barrancos o en fosas comunes. No se el nombre de ninguna de estas personas, pero solo ver su piel arrugada y sus ojos hundidos por el dolor, hacen estremecerse a cualquier ser humano. Publicado hace un año, en Noviembre de 2008

No hay comentarios: